Torin Finser 

Mi hijo mayor, Thomas, comenzó su educación preescolar en 1985. Desde entonces, no he dejado de ser un padre con un hijo en edad escolar, un lapso de casi 30 años. ¡Cuando nuestro hijo menor, Ionas, se gradúe en 2018 habrán transcurrido 36 años! He aprendido más a lo largo de este camino que en cualquier curso o grado. La paternidad ha tenido un profundo efecto en mi vida, y continúa teniéndolo, ya que incluso mis hijos mayores continúan volviendo a casa por consejo y apoyo de vez en cuando. Una vez que eres padre, eres padre para siempre.

Contrario a lo que podría esperarse, nuestros hijos han asistido a una variedad de escuelas debido a mudanzas, a sus necesidades y a cambios de personal en las escuelas. Los consejos aquí vertidos se basan en mi experiencia como padre en las siguientes escuelas: Escuela Rudolf Steiner Great Barrington, Pine Hill, High Mowing, The Well School (una escuela no Waldorf privada), Conval (una escuela secundaria pública), Northfield Mount Hermon y Escuela Waldorf Monadnock. Cada una de estas ocho escuelas trataba a los padres de manera diferente y en algunos casos, como Pine Hill, tuvimos dos momentos distintos ya que Thomas, Ewen y Louisa estuvieron en la escuela en una etapa y años después, Ionas cursó ahí de preescolar a quinto grado. Lo mismo fue con Monadnock Waldorf. No es de sorprender que las escuelas cambien con el tiempo, y, al mismo tiempo (y las contradicciones están bien), cada escuela tiene su Ser particular, o presencia, que puede durar generaciones. Así, aunque mi padre se graduó de High Mowing en la década de 1950, nuestros hijos experimentaron muchas de las mismas tradiciones y cualidades que él experimentó. Encontrar la escuela ideal para un niño es una forma de arte mayor, un tema quizá para otro libro.

En páginas previas di consejos para el maestro principiante; ahora doy algunas pistas para padres que comienzan su viaje con niños en edad escolar:

Practiquen la confianza consciente. Los padres quieren tener la certeza de que sus hijos están aprendiendo, están seguros y son amados. Si tienen confianza en el maestro de su hijo, hágansela saber, actúen en consecuencia con esa confianza, porque el maestro requiere espacio para poder trabajar. Esa confianza no puede ser ciega, debe ser consciente, lo cual significa hablar con el maestro siempre que sea necesario, dar seguimiento de asuntos y temas, y luego dar un paso atrás en cuanto se haya alcanzado la solución. Los padres necesitan dar al maestro espacio para su crecimiento y desarrollo, dentro de límites razonables. En esto consiste la confianza consciente.

Asistan a las reuniones y actividades para padres, desde las juntas pedagógicas hasta los festivales, pasando por las presentaciones de los chicos. La participación de los padres no se puede reemplazar con nada. Estas reuniones y festejos pueden ser muy divertidos y son la oportunidad de vincularse con otros padres de familia o incluso de hacer amistades. Con ojo observador, se puede aprender mucho acerca de cómo trabaja una escuela, qué mueve a las personas y cómo interactúan los maestros. Si como padres de familia están dispuestos a ser participantes observadores, podrán hacer preguntas en contexto, con una base de experiencia.

Papás y mamás, por favor, participen lo más que puedan. Cuidado con esos sentimientos de culpa cuando no puedan estar a la altura de sus expectativas o no puedan participar tanto como les gustaría. Actualmente, es frecuente que papás y mamás tengan que trabajar largas horas, tener varios trabajos, y esto puede causar que uno desarrolle la sensación de no estar cumpliendo. Esto tiene un efecto corrosivo, algunas veces se convierte en negatividad, que puede estallar alrededor de un asunto que, de otro modo, podría haberse solucionado fácilmente. Ayuda hablar con el maestro del niño o niña, al principio del año, acerca de las circunstancias personales y lo que puede uno hacer y lo que no. La mayoría de los maestros que conozco son muy comprensivos. Busque que un papá o una mamá determinados lo mantengan actualizado, y lea los correos electrónicos y los boletines de noticias de la escuela. Elija las actividades a las que asistirá (pueden ser unas cuantas) y saque el mejor provecho de ellas (no todas las actividades de la escuela son de igual importancia).

Comuníquese frecuentemente. Los maestros, aunque suelen ser buenos observadores, no leen la mente. Necesitan saber qué está sucediendo. Una nota, un correo electrónico o una llamada telefónica pueden contribuir mucho a mantenerlos al tanto. La mayoría de las preguntas o asuntos podrán resolverse rápidamente. Es sólo cuando los asuntos se dejan sin ser atendidos, que tendemos a entrar en conflicto. Aborden los temas oportunamente.

Ustedes estarán presionados (¡así como el maestro!); pueden experimentar una alegría increíble al atestiguar los avances de su hijo, ver los proyectos que trae a casa y al escuchar las historias de la escuela. Sin embargo, también será un desafío para ustedes el toparse con situaciones que los hagan salir de su zona de confort. La mayoría de los padres cuentan con amplia experiencia profesional en sus lugares de trabajo y muchos rebosan competencia. Sin embargo, cuando se trata de las relaciones escolares, los padres no tienen el control. Los procesos y procedimientos usados en el lugar de trabajo pueden no ser los mismos que en la escuela. Algunas cosas pueden incluso ir en contrasentido al sentido común y esto puede ser muy desconcertante. Como padre, a menudo me sentí como un trozo de madera a la deriva en el mar, no seguro de mi rumbo. Acomodar esto dentro de uno es todo un reto.

Manejen sus expectativas y decepciones. El inicio de la relación con una nueva escuela puede traer aparejadas expectativas muy altas. Es como una luna de miel, más evidente en padres de niños pequeños. Después uno se da cuenta de que los maestros también son seres humanos y que nadie es perfecto. En mi experiencia, la mayoría de los maestros son personas que en verdad se esfuerzan; los papás podemos motivarlos mediante expresiones de reconocimiento. Después de todo, ¿qué es lo que nos mantiene a todos unidos?

La buena voluntad es la base de las relaciones exitosas entre papá o mamá y maestro(a). Los padres se influyen unos a otros. Esto puede ser muy positivo si se trata de compartir consejos sobre la crianza de los niños, si se muestra empatía en momentos difíciles, si se trabaja con grupos de nuestra comunidad o si nos organizamos para las actividades vespertinas; pero también puede actuar en sentido contrario si se generan círculos de chismes o si se favorecen a unos niños a costa de otros. ¿A quién invita cada familia a sus fiestas de cumpleaños? ¿Cómo se manejan situaciones sociales difíciles entre los niños? Cuando una de nuestras hijas entró a una nueva escuela a mitad del primer grado, uno de los padres nos dijo: “Solo queda un niño; todos los demás (25 niños) están “tomados” y ya tienen mejores amigos”. Nadie extendió una invitación a jugar en su casa y, seguro, todos eran parte de algún grupito, de los varios que conformaban el grupo. ¡Y todo esto en primer grado! Una nota al pie: 16 años después, mucho después del bachillerato y ya entrada la formación universitaria, una de esas niñas llamó a nuestra hija para disculparse por todo lo que ella y el resto de los niños le habían hecho años atrás.

Los padres son corresponsables de la salud social del grupo. En una conferencia de la Asociación de Escuelas Waldorf de Norteamérica (AWSNA), hace muchos años, David Alsop, entonces presidente de la asociación, nos dio una charla en la que nos dijo: “Los padres también tienen ángeles”. Con este comentario nos hizo evidente una verdad fundamental: todos nosotros somos seres humanos, seres espirituales que estamos en un afanoso camino de vida y cambio, seamos conscientes de ello o no. Los maestros no tienen la exclusividad del desarrollo y el crecimiento personal. Los padres pueden reunirse en grupos de estudio, abordar temas de interés común y convertirse en una comunidad que aprende. Así como respetamos y valoramos a los maestros, debemos respetar también la experiencia y lo humano en los otros padres de familia. La manera en como trabajemos como grupo (de padres) servirá de modelo para nuestros hijos.

Nuestra naturaleza humana se manifiesta en los momentos de transición en la vida; decir adiós es uno de esos momentos. Necesitamos trabajar tanto nuestras bienvenidas como nuestras despedidas. Algunas escuelas tienen padres designados para dar la bienvenida y ayudar con orientación, lo cual es magnífico. Sin embargo, solemos ser menos capaces para decir adiós. ¿Qué tal una entrevista de salida? ¿Y si otros papás o mamás llamaran para decir adiós? ¿O habrá un silencio ensordecedor?

El camino de la paternidad y la maternidad está teñido de amor y sacrificio. Nada en la vida me preparó para criar niños: cómo hacer frente a la situación de tener a un niño enfermo a mitad de la noche, o a los berrinches porque no quiere hacer la tarea, o a los cambios de humor e insolencias, propios de los adolescentes. El camino de la (m)paternidad es como un camino moderno de iniciación; los padres crecemos enormemente como resultado de nuestro amor y sacrificios. Al final, cada minuto vale la pena. Sensibilidad e intimidad son frutos irremplazables de este camino, y en ello radica un último acertijo: la relación de un padre con su hijo(a) siempre será diferente de la de un maestro con ese niño(a). La primera será mucho más profunda que la segunda (y así es como debiera ser); sin embargo, nuestro amor viene cargado, inevitablemente, de subjetividad. Los maestros pueden enseñarnos a ver a nuestros hijos desde diferentes puntos de vista y pueden ayudarnos a tener objetividad.