La aproximación Waldorf considera el ritmo como un elemento vital en el aprendizaje. El día y el año escolares están estructurados de una manera orgánica que establece un equilibrio saludable de experiencia entre concentración y relajación, trabajo mental y práctico, movimiento y reposo, escucha y participación, mirar y hacer. Cada clase debería contener un equilibrio entre las actividades del pensar, sentir y querer en el niño. Cada día tiene su propio ritmo estructurado, igual que sucede con cada clase.
El ritmo permite que se produzca repetición con interés renovado. Cambiando regularmente las actividades se pueden mantener el interés y la atención, a la vez que se produce una estimulación fisiológica. El maestro puede realizar toda una serie de actividades para adaptarse al margen de atención de un determinado grupo de niños y puede modificarlo espontáneamente según sus necesidades.
Esos ritmos son flexibles y pueden ser dirigidos por el maestro respondiendo a las necesidades de los niños. Así por ejemplo, la mañana del lunes tiene una calidad diferente que la del viernes. Estos factores desempeñan un papel activo en la planificación de las clases.
La celebración de festivales estacionales le da un equilibrio a la escuela en su conjunto y un sentido de continuidad, a la vez que ayuda a crear una intensa experiencia de comunidad.